El Feng Shui es una práctica de origen chino que pretende integrar al ser humano con su entorno. En parte ciencia, en parte filosofía, esta técnica se aplica en todos los aspectos de la vida teniendo en cuenta las formas geométricas de los objetos y su orientación. Así, consideran la forma de los paisajes, montañas, ríos, calles, palacios, casas, habitaciones, muebles, etc. La finalidad: conseguir un equilibrio entre las fuerzas naturales para controlar la energía.
Toda la filosofía del feng shui está llena de simbología, historia y tradición. Cada elemento está represando por una fuerza –feng shui significa en sí viento y agua-, la tierra, el aire, el agua… Según se ordene nuestro entorno, atendiendo a los puntos cardinales y los elementos inamovibles, podremos retener nuestra energía que supone nuestra fuerza, salud y vitalidad.
El feng shui también considera la importancia del ying-yang, la lucha de contrarios, el equilibrio entre fuerzas opuestas y al mismo tiempo complementarias: el frío y el calor, la noche y el día, el norte y el sur, arriba y abajo, lo negativo y lo positivo, etc.
Mucha gente se toma en serio el feng shui, tanto es así que algunos de los edificios más importantes del mundo como el Banco de Inglaterra, el Banco de Hong Kong, el de Pekin, el Museo Guggenheim o el World Trade Center en Nueva York fueron construidos según sus principios.
En general, se trata de un arte milenario y complejo con multitud de claves y si quieres decorar tu casa, por ponerte une ejemplo, puedes profundizar en libros o monográficos sobre el tema. Todo influye, desde el color de las paredes, las luces, las cortinas, la disposición de los electrodomésticos, libros, y demás muebles de la casa. Pero lo más importante es el orden. Todo debe estar recogido y limpio, no debe haber nada por el suelo ni fuera de lugar. Ya tienes una pista de por dónde empezar…
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