El cambio en los hábitos de consumo y, sobre todo, hábitos en nuestra alimentación, ha hecho que, progresivamente, los alimentos dietéticos o productos light vayan conquistando un hueco mayor en las estanterías de los supermercardos y de nuestra despensa.
En algunos casos consumimos este tipo de comida para ayudarnos con la dieta, pero en otros muchos se constituyen como hábito alimenticio en un afán por mantener la línea y controlar nuestro peso. El problema es que muchas veces no sabemos realmente qué estamos comiendo.
El marketing, el nivel de consumo, los hábitos diarios y muchas otras razones pueden influir en que a la hora de adquirir un producto lo hagamos porque vemos que es “bajo en calorías” o light, y deshechemos otros que incluso pueden gustarnos hasta más y con los que, si nos fijamos bien, apenas se diferencian en el aporte calórico total -en algunos casos es el mismo producto con envases diferentes-. Y para colmo, son más caros.
Según nuestra legislación (Acuerdo Comisión Ministerial para la Ordenación Alimentaria, CIOA), para que un producto pueda etiquetarse como light debe aportar al menos un 30% de calorías que su alimento de referencia, al natural, lo que se consigue con una disminución de azúcares o grasas, principalmente. La opinión de muchos expertos es que este tipo de alimentos sólo deben utilizarse por personas con problemas de salud o con algún tipo de trastorno que le obligue a controlar su peso. Las personas sanas deben consumir los alimentos naturales.
Un mito que hay que desterrar es que un producto light es adelgazante. Es mentira. La mayonesa light no adelgaza, sólo aporta menos calorías que la normal, pero estará prohibida en cualquier dieta hipocalórica para reducción de peso o sólo permitido un uso mínimo. Lo que realmente adelgaza es quemar más calorías de las que consumimos, comer menos y mejor y hacer más ejercicio. Esto lo sabe cualquiera que haya intentado hacer una dieta o que se haya puesto en manos de un endocrinólogo o un nutricionista. Otra cosa es que en la práctica, cuesta.
Por otra parte, el empleo indiscriminado de estos productos puede llevarnos a suprimir de nuestra dieta habitual otros alimentos que son indispensables para nuestro organismo como hidratos de carbono, algunas grasas que son beneficiosas para nuestra salud o las proteínas, lo que supone una pérdida de vitaminas y energía que necesitamos cada día.
Sí es cierto que para algunos enfermos -los diabéticos, por ejemplo- este tipo de alimentos son necesarios, ya que necesitan seguir de por vida una dieta controlada, pero siempre estaríamos contando con ellos de manera complementaria. No hay que olvidar que la base de una buena dieta siempre será el equilibrio entre verduras, fruta, pescado, carne, huevos, lácteos e hidratos de carbono. Y siempre alimentos frescos.
Nuestra recomendación: no abusar de los productos light y sólo consumirlos en caso de necesitar una dieta controlada. Como no son “mágicos”, hay que combinarlos con productos frescos, principalmente frutas y verduras. Y, lo más importante, mirar bien las etiquetas, comparar las calorías -no sólo en 100gr. sino por unidad- y considerar la relación calidad precio del producto, que nunca viene mal para le economía.
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