A pesar de la tendencia a la baja en la rentabilidad que ofrecen los depósitos bancarios, estos siguen siendo los principales productos para los ahorradores con un perfil más conservador.
Los depósitos bancarios son una de las principales herramientas financieras de ahorro a través de la cual una persona, ya sea física o jurídica, pone a disposición de una entidad financiera una cantidad determinada de dinero durante un plazo de tiempo estipulado. Cuando dicho plazo finalice, la entidad debe devolver el capital invertido junto a unos intereses previamente pactados.
Actualmente existen diferentes tipos de depósitos cuyas características y funcionamiento conviene conocer si estamos pensando en contratar un producto de ahorro de este tipo.
Depósitos a la vista
Son los depósitos más flexibles y líquidos ya que permiten retirar el dinero, parcial o totalmente, sin ningún tipo de penalización asociada. El depósito a la vista más común es la cuenta remunerada. En caso de que únicamente se retirara una parte del dinero disponible en la cuenta, el restante seguiría generando intereses con el mismo tipo.
Se trata de productos de muy bajo riesgo, pero cuya remuneración suele ser muy baja, actualmente pocas cuentas remuneradas superan el 1,00% TAE de rentabilidad. Además, algunas cuentas de este tipo permiten la realización de operativa como transferencias o la domiciliación de recibos.
Depósitos a plazo
Los depósitos a plazo son aquellos en los que el dinero que se invierte en él queda durante un tiempo previamente fijado (actualmente puede ir desde 1 mes hasta 60 meses) en manos de una entidad bancaria a cambio de unos intereses, notablemente más elevados que en una cuenta remunerada.
Los intereses que vaya generando el capital pueden recibirse en diversos plazos que dependerán de cada producto y cada entidad bancaria: mensual, trimestral, semestral, anual o a vencimiento.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que son productos mucho menos flexibles y con menor liquidez que los depósitos a la vista. En caso de necesitar el dinero, podremos retirarlo antes del vencimiento del plazo pero la entidad aplicará una comisión por cancelación anticipada o una penalización sobre el interés generado en el depósito.
Según el tipo de interés podemos establecer dos categorías diferenciadas de depósitos a plazo. Por un lado, los depósitos a plazo con un tipo de interés fijo siempre y, por otro, los depósitos a plazo con un tipo de interés variable, el cual dependerá de un determinado índice de referencia como, por ejemplo, el euribor.
Depósitos con retribución en especie
Se trata de depósitos en los que una entidad en lugar de ofrecer una rentabilidad en forma de intereses, ofrece una remuneración con un artículo (una televisión, una tablet, un teléfono móvil,…) a cambio del dinero depositado. Recuerda que se trata de una remuneración en especie, por lo que está sujeta a retenciones y al pago en el IRPF y, por lo tanto, es fundamental fijarse en la TAE del producto.
Este tipo de depósitos no permiten la cancelación puesto que la retribución se recibe al inicio del contrato.
Depósitos estructurados
Se trata de un producto mucho más complicado que un depósito a plazo común, ya que para su contratación es muy recomendable disponer de unos buenos conocimientos financieros.
La rentabilidad que ofrece este tipo de depósitos es un tipo fijo que se abona dependiendo de la evolución de un activo subyacente, generalmente acciones o índices bursátiles. Es decir, si al vencimiento del plazo el valor del índice de referencia es igual o superior, la rentabilidad será mayor y, en caso contrario, será menor.
Esta es su principal desventaja, no se conoce la remuneración hasta el vencimiento del depósito.
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